viernes, 15 de julio de 2011

Una opinión


La Real Academia española define “agresión” como “Acto contrario al derecho de otra persona”. No es necesariamente físico, no, y no es necesariamente brutal, sino simplemente atacar a otros sin provocación.
Ahora bien, nuestra Constitución nos provee de una herramienta: el voto secreto e individual. Esto significa que nadie nos puede obligar a confesar a quién votamos, ni cohesionarnos para votar a algún candidato en especial.
Cada vez que se cumple en Argentina la ley, y se abren mágicamente las urnas para el sufragio, tengo la impresión de estar siendo agredida. Existe en este país la libertad de profesar mi fe, respetando la de los demás, y de votar, también, a quien yo creo más capaz, o simplemente a quien yo quiera. ¿Por qué, entonces, me siento agredida, si decido votar por lo que creo mejor? ¿Porqué existe gente que se cree con derecho de insultarme por la inclinación de mi voto, cuando la idea del sufragio es que nos gobierne un representante de la mayoría, y no el que algunos quieren que gobierne, y por eso intentan apabullar a la contra con insultos e ideas que no tengo obligación de compartir? ¿Cuán difícil es aceptar la derrota para estas personas? ¿No nos estaremos volviendo un país muy intolerante, muy violento?
Lo que me parece más irónico es que la gente que discrimina, que se comporta de manera prepotente, que “patotea” por razones políticas, lo hace bajo la excusa de “ese candidato es oligarca, violento, corrupto”. Como si en este país existiera algún candidato que no se rindiera o que tuviera algún poder sobre las redes de corrupción que existen, como si ellos no estuvieran ejerciendo algún tipo de violencia o agresión, como si el gobierno no fuera siempre, tristemente, de unos pocos, los allegados al poder, como si su candidato, su partido, su ideología no propusiera lo mismo pero contra los otros. Es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno. Mientras no somos atacados, nos contentamos, y cuando vemos que alguien trata de raspar siquiera la corteza de seguridad en nuestro poder (porque nos parece imposible evitar la identificación con aquel candidato en el que creemos, al que votamos), reaccionamos con las mismas actitudes de las que culpamos a nuestros opuestos.
No defiendo a nadie, y trato de no ofender a nadie, simplemente pido un poco de respeto. Tu derechos terminan donde empiezan los míos, y mi paciencia se acaba cuando estoy siendo insultada. Nadie es perfecto, por eso no defiendo a ningún candidato, porque creo que, hoy en día, no existe el candidato perfecto (y tampoco sé qué lo constituiría), simplemente hago un llamado de atención a la creciente violencia que rodea un acto de igualdad civil, que es como yo vivo el sufragio. Todos podemos ejercer nuestro derecho y expresar nuestra opinión, pero que sea con respeto y el conocimiento de que, del otro lado, puede haber ideas diferentes que también merecen ser escuchadas, no destruidas.

(no hubo tiempo de editar, perdonen si es mucho desastre)
(y si leen, comenten :D )